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Visión feminista y demandas para la COP30 del WGC de América Latina y el Caribe

noviembre 8, 2025

Statement

Visión feminista y demandas para la COP30

La COP30 se lleva a cabo en una región que se teje desde las montañas que abrazan nuestros pueblos originarios hasta las costas donde el mar susurra historias de resistencia, desde los barrios que se levantan con las ollas comunitarias hasta los campos donde germinan tanto el maíz como la esperanza. Esta COP se realiza en un contexto de emergencia climática y aumento en acciones anti-derechos violentas, coordinadas y financiadas por la supremacía blanca contra la autonomía corporal de las mujeres y las personas de género diverso, en particular las racializadas y procedentes del Sur, al tiempo que se difunden políticas antiinmigración que socavan la integridad de  migrantes, refugiades y las personas desplazadas.

 

Reconocemos, desde el liderazgo de Haití por la abolición de la esclavitud en la región hasta  la resistencia palestina contra el apartheid y el genocidio, el mismo grito de libertad que resuena en nuestras montañas, la misma sed de autodeterminación que defendemos cuando decimos que nuestros cuerpos y territorios no están en venta. La liberación de nuestros pueblos forman parte de la misma lucha contra un sistema que se nutre de la criminalización, ocupación y militarización para seguir concentrando poder y riqueza.

En un momento crucial de la historia planetaria, feministas de la región de Latinoamérica y el Caribe alzamos nuestras voces por transformación sistémica,  porque sabemos que la emergencia climática no es neutral:  no es producto de una sola crisis y, para entenderlo, hay que abordar la interseccionalidad de nuestras luchas; hay que considerar género, raza, indigenismo, clase, entre otros.  

Nuestra región, arropada por la mayor biodiversidad en el planeta, se ha convertido en zona de sacrificio racial para un capitalismo que no habla el idioma de la dignidad cuando se trata de extraer, explotar y devastar. Las manos que saquearon nuestro caucho, nuestros bananos y nuestro petróleo son las mismas que hoy nos imponen proyectos en nombre de la transición corporativa que solo benefician a unos pocos mientras condenan a nuestros territorios y a nuestros cuerpos a ser moneda de cambio en el mercado global del carbono. Nuestras tierras ancestrales se convierten en vertederos tóxicos, en cráteres de suelos rojizos bañados en mercurio, en sumideros de carbono para que el Norte Global pueda seguir consumiendo sin límites.

A lo ancho y largo de la región, vemos los rostros de la mujeres afrodescendientes que ven cómo la sequía destruye sus cultivos, la mirada de la niñez indígena que observa cómo la minería envenena aquel cuerpo de agua que vio crecer a sus abuelas, el dolor de la campesina que debe migrar de sus sueños por los agroquímicos que envenenaron las semillas de la vida. Esto lo deja muy claro: la emergencia climática tiene género. 

 

Las cadenas imperialistas de dependencia nos condenan a ser la despensa eterna de materias primas, mientras destruyen el planeta y absorben todos nuestros recursos como parte de las trampas de deuda impuestas a nuestros países y territorios. El cártel global de explotación laboral pone un precio barato a nuestro tiempo, habilidades y conocimientos, agotándonos en la carrera artificial hacia el «éxito», una idea importada y bien empaquetada de progreso y prosperidad que, en el fondo, alimenta la codicia y la destrucción del planeta.

 

Comprender esta realidad explotadora es un paso de el fortalecimiento de nuestro poder colectivo.. Somos la fuerza guardiana de saberes que han mantenido vivos los bosques cuando las máquinas querían talarlos, somos quienes hemos practicado la agroecología cuando esta aún no tenía nombre, y somos aquellas que tejemos redes de cuidado comunitario mientras el sistema nos invisibiliza. Nuestras abuelas sabían lo que hoy la ciencia confirma: que no hay futuro posible sin justicia, que no hay sostenibilidad sin interdependencia ecosistémica, que no hay planeta B para aquellos seres que ya vivimos en los márgenes del planeta que hoy habitamos.

 

Esta visión regional refleja el trabajo colectivo de liderazgos que se unen para defender la vida en todas sus formas. En la COP 30, llevamos las voces de nuestros territorios nutridas por nuestras resistencias. Hablamos desde los territorios, comunidades e islas del Sur global, haciendo un llamado a la solidaridad internacional para construir un mundo donde la vida sea el centro y no la opulencia; donde el buen vivir reemplace la versión capitalista de vivir mejor a costa de nuestras comunidades y de las especies hermanas. 

¡Este es nuestro grito, esta es nuestra voz en resistencia!

 

Descarga nuestras demandas

 

Las demandas también están disponibles en portugués e inglés.